La concesión de la gestión de los servicios de agua municipal puede parecer una atractiva forma de ahorrar costes a un ayuntamiento, pero esconde peligrosas consecuencias para la calidad del servicio en el medio y largo plazo.


El abastecimiento de agua a un municipio es un continuo quebradero de cabeza, un servicio puede llegar a ser caro de mantener para las arcas municipales o, para ser sostenible, presentar unas tasas que no gusten al usuario (también vecino y votante potencial). Al ser además un servicio básico, cuando hay averías, origina protestas por parte de los vecinos y un gran esfuerzo para conseguir una rápida solución.

No es extraño que las empresas del sector encuentren oídos atentos en los ayuntamientos, más cuando además suelen ofrecer interesantes condiciones económicas (pagos de cánones, inversiones en el municipio, etc) ¿Por qué debería negarse un ayuntamiento a conceder la gestión del agua de abastecimiento a una empresa que le quite ese peso y además le reporte beneficios económicos?

Recordemos que el fin de una empresa privada es reportar beneficios para sus propietarios o accionistas, una empresa que no estuviera cumpliendo ese objetivo faltaría a su obligación, por lo que, a diferencia de un ayuntamiento, su preocupación será la ganancia de dinero y no la calidad (ni técnica, ni sanitaria) del servicio. Pero… ¿Cómo gana dinero una empresa en un servicio que para un ayuntamiento significa un coste? La fórmula es sencilla, o aumentando ingresos (incremento de las tarifas del agua) o recortando gastos (desatendiendo el mantenimiento, o recortando personal), normalmente se usan ambas vías simultáneamente.

El aumento de tarifas de agua y la pérdida de calidad son asuntos delicados y muy mal vistos por la ciudadanía, la concesionaria no suele comenzar estas prácticas en los primeros años de la concesión y el político evitará el único perjuicio que podría haberle ocasionado la concesión, para ello, las concesiones han de realizarse a largo plazo (20, 30 o incluso 40 años), la empresa puede ir a pérdida los primeros años sabiendo que recuperará con creces la inversión en el medio y largo plazo, los responsables municipales habrán cambiado y son diferentes los gestores que se han beneficiado políticamente de la inversión de los que sufran los perjuicios.

Si durante la concesión, las condiciones del servicio empeoran mucho, el ayuntamiento puede querer recuperarlo, el coste del lucro cesante de concesiones a tan largo plazo hace en la práctica imposible la recuperación. Por el contrario, pasado el tiempo de la concesión, el servicio suele estar muy deteriorado y los ayuntamientos no quieren recuperarlos, con lo que la concesionaria suele conseguir prorrogas en condiciones incluso más favorables.

Es peligroso considerar el abastecimiento un negocio y este servicio no debería dejar nunca las manos públicas. Un ayuntamiento puede mantener un servicio de calidad o mejorarlo a cargo de los impuestos municipales ya que su objetivo es tener un servicio de calidad para los ciudadanos que pagan esos impuestos y que deciden con sus votos si es recompensado o no por su gestión. Una empresa difícilmente hará más allá de aquello que les genere beneficios ya que no se debe a los ciudadanos, sino a los poderes financieros que manejan la empresa.

Víctor García de Lucas